La enfermera @Inma Palomero, de la Unidad de Hospitalización a Domicilio, participa en un reportaje del Diario Vasco publicado con motivo de la celebración el pasado 1 de noviembre de la festividad de Todos los Santos. La cabecera guipuzcoana reunió los testimonios de un grupo de expertos y profesionales vinculados con la muerte en sus diferentes facetas, para reflexionar sobre cómo vive nuestra sociedad este trance. Reproducimos a continuación el testimonio de Palomero.
Inma Palomero es enfermera de cuidados paliativos en Tolosa y trabaja en constante contacto con la muerte. «Desde el año 2012, gran parte de nuestra dedicación es la atención a los pacientes con necesidades paliativas y el acompañamiento en el final de vida». En su trato con el paciente en la Clínica Asunción, más allá de técnicas complicadas destaca «al profesional cercano, comprensivo y compasivo. Al que es capaz de poner en práctica esa 'presencia cuidadora'. Nuestra labor es estar presentes, escuchar activamente, servir de soporte emocional e incluso espiritual. Y en los momentos finales procurar el mayor confort posible al paciente para evitar el sufrimiento y que muera en paz». Inma cuenta que la muerte de un paciente es una experiencia muy dura. «Desde luego este momento es siempre trágico. Estar cerca del sufrimiento y de la muerte da mucha angustia porque nos enfrenta a nuestro propio sufrimiento. Aparecen sentimientos de incertidumbre, de tristeza, pero también de agotamiento y de cansancio de vivir en esta situación. Muere un cuerpo y también una vida».
"Me llevaba a todos estos pacientes a casa, me costaba desconectar, algunos me producían una tristeza inmensa"
Estar en contacto con la muerte hace que profesionales como Inma valoren la vida de una forma distinta. «La vida es una oportunidad que debemos aprovechar, pero en mi opinión, no a cualquier precio. La realidad es que no todos tenemos una vida buena. En cambio, la muerte es el único hecho universal para todos, nos hace iguales. Por eso morir bien es tan importante como vivir bien».
Sin embargo, un momento tan duro como el fallecimiento de una persona puede pasar factura no solo en el trabajo, sino también en su vida personal. «Los dos primeros años lo pasé mal, me llevaba a todos estos pacientes a casa, me costaba desconectar, algunos me producían una tristeza inmensa». Aun así, también supone un aprendizaje. «A pesar de todo, siento que me llevo más de lo que puedo dar, he aprendido mucho de todas las personas a las que he atendido».
Inma ha sabido ver el lado positivo de convivir con la muerte. «La experiencia te va diciendo que el camino es lo que verdaderamente importa, hacer las cosas bien. Todo esto para mejorar la calidad de vida del paciente. En definitiva, para darle vida a los días que le quedan. Reconoces la recompensa que te supone estar ahí, al lado de la muerte».